No vamos a ganar; pero un momento, hay que pelear...¡como no vamos a pelear!.Hay que levantarse y pelear, claro que si, porque a falta de esperanza, al menos tendremos dignidad.
Arturo Perez-Reverte

lunes, 22 de febrero de 2010

Arañazos

¿Sabes de esos lunes lluviosos?, ¿Sabes de esas mañanas grises?, ¿Sabes de ese tráfico lento, sin ganas?, ¿Sabes de ese invierno perezoso?.

Así era Valladolid hoy. Esta misma mañana, mis limpiaparabirsas marcaban el lento compás y alguien se quejaba en la radio... nada nuevo para echarse a la boca. Una masa que lleva por bandera el color del cemento se distribuye uniforme ante mis ojos y se cuela en los huesos junto al frío de un febrero con prisas por acabar. Las calles del centro se reproducen entre ellas y se suceden, una detras de otra, adornadas con paraguas multicolores, única nota que se escapa del poderío de lo gris. Harto de la letanía de la frecuencia modulada, me permito cortarla, dejándola con la palabra en la boca y haciendole honor al maleducado que se esconde bajo la apariencia de chico formal que dicen que soy. Me molestaba, no me dejaba escuchar el ruido de las gotas chocando en la luna delantera de mi utilitario (un Renault Clio tán mediocre como su dueño). Y siempre es grato escuchar el sonido siempre diferente de cada gota, la misma esencia, diferente alma en cada una de ellas, ¿quizas como la gente que se esconde bajo sus paraguas? no lo se, y voto a Dios (llámese, Yhavé, Jesucristo o Diego Armando Maradona, a gusto del lector) que no tengo ninguna gana de averiguarlo; para mí no son mas que pinceladas de color sobre el que se desmenuzan y rebotan en todas direcciones las gotas de lluvia.

Un tipo se acurruca en una esquina; boina calada, pantalones de pana que alguna vez fueron beige, barba de varios dias, desaliñado y con la cara que se les queda a los que ya no tienen nada que perder y mucho menos que ganar. Reposa sobre un cajón que en su momento sirvió para llevar la fruta y descansa la espalda en un lateral de la puerta de un banco (bendito sarcasmo) y toca un acordeón tán hecho polvo como su dueño. Destartalado, desgastado, y cumpliendo a duras penas su función. Pareciera como si en cualquier momento dijera: Hasta aquí hemos llegado. Y sin embargo ahí se mantiene en precario equilibrio, ese que va desde el hambre hasta el cansancio.

El semaforo cambia a verde, que parece que se ha contagiado del gris matinal de Castilla en invierno. Arranco y le pierdo de vista. Supongo que tendré que ir pensando en aparcar.

Díario Don nadie; mañana del Lunes 22 de Febrero de 2010.

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